Leo en el estado de una amiga en Caralibro una cita de Nietszche en la que (resumiendo mucho) viene a decirnos que la verdad es más cómoda que la mentira ya que no requiere inventiva ni memoria…
Está claro que lo ideal y perfecto sería que todos nos dijésemos la verdad, que nada quedase tras el velo del engaño y que todas las cartas estuvieran sobre la mesa para tener todos la mejor información posible.
En “El economista camuflado” se dan algunos ejemplos de como se pueden beneficiar las dos partes de una relación comercial de una mayor transparencia.
Sin embargo, siempre hay un “sin embargo” o un “pero”, lo que deja de lado la cita es la capacidad del emisor de desprenderse de todo complejo para decir la verdad aunque le pueda perjudicar y, sobre todo, del receptor para soportar la cruda verdad en sus oídos…porque a todos nos gusta decir las cosas…pero que nos las digan ya es más incómodo…
Está claro que cuando dices verdades como puños has de intentar ser lo más cariñoso posible, lo menos agresivo y lo más positivo posible…sin embargo (y sobre todo en situaciones emocionales de tensión y cabreo) más que verdades dichas con ánimo de que el receptor crezca las decimos con ganas de herir…y es ahí cuando la verdad, convertida en una daga emponzoñada, pierde su capacidad de estímulo…
Llueve en Madrid…llueve en la plaza de Aravaca…y la ventana indiscreta hoy está vacía…sin niños jugando en la arena y vacía de jubilados al sol de invierno…será por eso por lo que recuerdo la cita que comento…y será por eso por lo que recuerdo algunos momentos de dagas voladoras…
Intentemos decir la verdad…aunque duela…pero con cariño y con intención de ayudar…con una sonrisa en los ojos, la cara y el teclado y con valor suficiente para afrontar las consecuencias…porque (como dice el lema del CEU) In veritate libertas…y es esa libertad la que hemos de ejercer de manera responsable, generosa y leal…y, sobre todo, aceptar que nos canten las “verdades del barquero”…porque dorar la píldora es fácil…decir las cosas tal cual son…menos.
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