12 de febrero de 2015

Aquellos tres tiernos perdedores

...llegaron a aquella taberna donde hacíamos tiempo antes de ir a un concierto...eran tres...y uno, el alto, llevaba la voz cantante.

El alto conocía el sitio...les contó que era una de las tabernas más antiguas de aquella ciudad, que antaño la barra de zinc tenía una pileta en la que se sumergían los vasos en agua para que estuvieran fresquitos...los otros tendían a las explicaciones de su particular gurú convertido en cicerone.

Se sentaron...pidieron algo de picar...para compartir ya que parecía que no iban sobrados de efectivo...me di cuenta que uno tenía la mirada perdida pero una sonrisa de lo más pacífica...el alto le decía que tenía por delante...cual era la disposición de los cacharros en la mesita baja que ocupaban...el de en medio era ciego pero parecía el más feliz de los tres.

Mientras yo les miraba y daba forma a este post ellos comentaban sobre el concierto al que íbamos a asistir todos...que si una sala de la calle Galileo de los 80 tenía buen jazz...que si la guitarra rockera del gran Hendrix...que si tal y cual...le decían al de en medio que tenía el honor de estar con un doctor en filosofía (el alto) y uno en física (el tercero que parecía sacado de un documental de la Transición)...aquellos tres perdedores no pegaban nada en la cosmopolita ciudad en la que se convirtió aquel poblachón manchego...ni tampoco en aquel barrio que se había transformado en una pequeña ONU...pero ahí estaban...felices y contentos...compartiendo montadito de jamón con salmorejo para tres y comentando sus batallas...

Aquel trío me despertó ternura en aquella taberna atendida por un camarero de los castizo...y los imaginé a medio camino entre los personajes de La Piel del Tambor de Reverte y los perdedores del Savoy del Maestro Alvite...perdedores de esos que te inspiran ternura...y que les pagarías su ronda si no fuera porque el alto parecía de esos que le das la mano y te agarran hasta el pescuezo...

Y mientrad pagaba le di forma a esto que aquí os dejo...

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