...llegaron a aquella taberna donde hacíamos tiempo antes de
ir a un concierto...eran tres...y uno, el alto, llevaba la voz cantante.
El alto conocía el sitio...les contó que era una de las
tabernas más antiguas de aquella ciudad, que antaño la barra de zinc tenía una
pileta en la que se sumergían los vasos en agua para que estuvieran
fresquitos...los otros tendían a las explicaciones de su particular gurú
convertido en cicerone.
Se sentaron...pidieron algo de picar...para compartir ya que
parecía que no iban sobrados de efectivo...me di cuenta que uno tenía la mirada
perdida pero una sonrisa de lo más pacífica...el alto le decía que tenía por
delante...cual era la disposición de los cacharros en la mesita baja que
ocupaban...el de en medio era ciego pero parecía el más feliz de los tres.
Mientras yo les miraba y daba forma a este post ellos
comentaban sobre el concierto al que íbamos a asistir todos...que si una sala
de la calle Galileo de los 80 tenía buen jazz...que si la guitarra rockera del
gran Hendrix...que si tal y cual...le decían al de en medio que tenía el honor
de estar con un doctor en filosofía (el alto) y uno en física (el tercero que
parecía sacado de un documental de la Transición)...aquellos tres perdedores no pegaban nada en la cosmopolita ciudad en la que se convirtió aquel poblachón manchego...ni tampoco en aquel barrio que se había transformado en una pequeña ONU...pero ahí estaban...felices y contentos...compartiendo montadito de jamón con salmorejo para tres y comentando sus batallas...
Y mientrad pagaba le di forma a esto que aquí os dejo...
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