24 de junio de 2014

El niño que miraba los trenes

Desde pequeño tuvo especial atracción por los medios de transporte en general y los trenes en particular. Le gustaba oirlos lejanos en las noches de verano desde su cuarto...era la época de los trenes lentos y pesados...que partían llenos de mercancías, personas y sueños al Norte...

Algo tenían los viajes en tren...de anticipación, de medir al resto de pasajeros con los que compartiría espacio durante horas...de ver pasar el paisaje perezoso delante de las ventanillas y bajar la ventana, cuando se todavía los trenes tenían ventanas que se podían abrir, para ventilar o simplemente asomarse timidamente para percibir mejor el olor a campo...

Fueron muchas excursiones dominicales en tren por los alrededores de su ciudad...en viejos expresos o precarios cercanías...mucho antes, como digo, de la época de los trenes rápidos y veloces...de clima controlado y que te llevan de acá para allá en tan sólo un suspiro...

Al niño que miraba los trenes le gustaba hacerlo...porque viajaba con su imaginación y, quizá, eran la forma de alejarse de la tensión y el ambiente enrarecido que le rodeaban...además, aprendió a disfrutar de los viajes queridos en soledad...acostumbrado quizá a hacer aquellos primeros viajes en compañía obligada. encontró momentos de calma dejando que sus ojos recorriesen los paisajes y su mente imaginase historias que iban cambiando a la velocidad del paisaje...

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