12 de septiembre de 2012

Lluvia

A él siempre le gusto ver llover...le gustaba cualquier tipo de lluvias...desde ese orballo que filtra la luz para convertir  el paisaje en algo completamente distinto hasta la tormenta más sobrecogedora que se pudiera imaginar...de esas tormentas que hacen que sea de noche en mitad del día...

Máldita sea!, se dijo...parece que me gusta aquello que hace que las cosas se vean distintas...o que simplemente se dejen de ver...

Le gustaba la lluvia porque entendía que el agua, mejor que el fuego, tiene un efecto purificador y de limpieza...todavía recordaba algún episodio de su adolescencia...cuando las tormentas de verano en su ciudad eran más frecuentes, violentas y repentinas...cuando después el cielo de la ciudad se quedaba limpio y aquellas primeras copas sabían mejor al librarse del calor...

Más tarde la lluvia cambió de contexto...él recordaba una mañana de otoño en aquella ciudad del norte de casas de ladrillo y canales en la que todas las calles son iguales...y ese día estaban llenas de hojas que hacían que no se distinguiese apenas qué era suelo y  qué era pared...

Al final volvió sus ojos a su infancia, a buscar los recuerdos bonitos (alguno tendría que tener) y decidió que la lluvia sería algo bueno...como cuando era pequeño y se quedaba embobado mirando a través de la cristalera de la terraza...o como cuando se encaramaba al piso más  alto de su casa para, con medio cuerpo asomando  al vacío, estirar el cuello y la vista para ver los rayos de las tormentas de verano...

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