1 de octubre de 2007

No me gustan los domingos.

A nadie le gustan los lunes, pero yo los prefiero a los domingos. El lunes siempre tienes algo que hacer, aunque sea madrugar, pero la tarde de los domingos casi siempre es aburrida.

Recuerdo cuando era pequeño y volvíamos desde Los Arroyos al piso de mis padres en el Barrio del Pilar de Madrid. Atascos, frío en invierno y calor en verano.

Me acuerdo de el ascensor hasta el décimo piso en el que vivíamos. Me acuerdo de un Citroen Cx rojo de juguete que había en la mesa de madera de pino de mi cuarto, una mesa que me trajeron los Reyes Magos.

También me acuerdo de las tardes aburridas en Aravaca. Siempre el mismo plan por defecto. Cine y cena en VIPS o similiar. Empezamos a ir a los Warner Lusomundo de la Moraleja, los cambiamos por Kinépolis, luego por los Warner de Majadahonda y por último por Heron City.

Ahora lo que me aburre de los domingos es el prolongar la agonía en la playa. Prefiero irme a las 7 de la tarde para no llegar excesivamente tarde a casa que salir a última hora para estar un rato más en Los Caños.

Menos mal que es lunes.

O no.

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