5 de diciembre de 2008

Gigantes con pies de barro...

 

Cuando eres pequeño ves a las personas mayores de tu casa como algo eterno, que iban a estar ahí para siempre y que, sin importar lo que fuera ocurriese, podían ayudarte, lo sabían todo y nunca fallaban en nada...

El primero en faltar fue mi abuelo Pepe. Siempre lo vi como una figura enorme, grandiosa y que todo lo podía...hace 13 años que falta y todavía no me hago a la idea en algunos momentos...

Después fue mi abuelo Enrique...que siempre lo vi como alguien inmortal y cuya excelente genética y salud de hierro le permitieron alcanzar los 94 años en plenitud de condiciones y tan solo perder la batalla frente a un cáncer linfático que se lo llevó en dos meses.

La semana pasada mi padre nos ha dado un susto que, gracias a Dios, no es mortal pero sí ha podido tener consecuencias graves que nos habrían trastocado la vida a los que le rodeamos.

Lo de mi padre lo veía venir...y la verdad que cuando me llamó mi madrastra reaccioné con urgencia, con rapidez y sabiendo que, en el fondo, me había estado preparando hacía tiempo para una llamada como esa...o incluso peor.

El ser humano tiene el gran regalo de Dios de la inteligencia, de la racionalidad...que le permite ser capaz de grandes cosas...aunque también de las peores.

Es curioso...todos tenemos una opinión...un consejo o una directriz que dar a los demás sobre sus vidas o sobre ellos mismos...pero somos incapaces de mirarnos desde la distancia y aplicarnos lo mismo...lo que viene siendo en casa del herrero cuchillo de palo o lo de la viga y la paja...

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi siempre me ha llamado la atención enormemente que la gente no sea consciente de esto. Entiendo que no seamos capaces de aplicarnos los propios consejos pero no que no sepamos que lo estamos haciendo.