31 de enero de 2008

Madre no hay más que una.

Ayer volviendo de Hungría la casualidad quiso que coincidiera en cada vuelo con dos formas de maternidad distintas.

En el Budapest-Madrid se me sentó al lado una chica joven, unos 27 años, muy mona de cara y con su barriga prominente ya. Supongo que era consultora o directiva de una empresa porque se pasó todo el vuelo trabajando con varias hojas excel en su portátil. Cuando no trabajaba o el avión daba algún saltito acariciaba su tripa como tranquilizando a su futuro bebé. Me pareció muy tierno.

En el siguiente vuelo, Madrid-Sevilla, venía una parajea de China con su nuevo hijo. El padre emocionado grabándolo todo y cargando con la bolsa de aseo del niño, la madre sin perder detalle de lo que hacía. Para variar las azafatas fueron encantadoras con ellos. A la llegada a Sevilla les esperaban donde las cintas de las maletas su familiares. Una señora que supongo que era la hermana de la nueva madre que estaba desecha en lágrimas y la hija de esta, la nueva prima, una niña alta en plena transición de la infancia a la pubertad con una cara de emoción propia de su edad.

A buen seguro que ambas madres, y padres, querrán y lucharán por sus criaturas sin que importe la forma en la que han accedido a la maternidad. La naturaleza puede ser cruel en este aspecto e impedir a algunas mujeres y a algunos hombres que den continuidad a su familia por la forma tradicional.

Me parecieron dos escenas muy tiernas, muy bonitas...tan iguales pero tan distintas.

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