Se cerró la Sublime Puerta y es todo culpa mia. Como escribí hace poco, tengo que aprender a controlar mis impulsos. Tengo que aprender a no agobiar o a no dar un puñetazo en la mesa a destiempo, o si es en su debido momento no darlo tan fuerte como para romper la mesa.
Hay un cuento que equipara las veces que hemos sido rudos con alguien a poner un clavo en una puerta. Cuando la tengas llena de clavos los tienes que quitar uno por uno, es decir pedir disculpas y demás. Los clavos los quitarás. Pero los agujeros seguirán en la puerta.
A pesar de que era un desenlace esperado, y quizás necesario, algo así como el final de "una larga enfermedad" se cumple el tópico de que no por esperado es menos triste.
Aunque cada vez más seamos todos más interculturales, todos más políglotas siempre existirá la barrera del idioma y ese esa barrera, queridos amigos, es la que nos hace que no lleguemos a donde muchas veces queremos llegar.
Así que mi consejo para hoy, niños y niñas, es que no os quedéis jamás con la duda. Se que es un consejo típico, fácil y tonto. Pero...nunca antes había lamentado tanto el "Y si...".
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